Walden-7 es un edificio de gran importancia en Sant Just Desvern porque, de sus 16.000 habitantes, casi 1.000 residen allí. Pisos, locales comerciales, cinco kilométros de pasillos al aire libre, recovecos, plazas interiores, fuentes de agua y vegetación… Un pueblo vertical con aspecto de colmena, formado por 400 viviendas distribuidas en un espacio de 41.835 metros cuadrados.
El edificio Walden 7 se levantó en la zona de Sant Just Desvern con la idea de convertirse en una ciudad utópica y buscando que la arquitectura diera una mayor calidad de vida a sus vecinos, dentro de un entorno habitable y sostenible. Fue construido a finales de los años ‘60 y principios de los ‘70 por el ‘Taller de Arquitectura’. Un equipo dirigido por Ricardo Bofill, que buscaban alcanzar nuevos conceptos sobre sociología, psicología, urbanismo e, incluso, arte.
Dignificar la vida del trabajador en las ciudades
Aunque el proyecto estaba pensado para ser desarrollado en Madrid, Walden-7 se levantó en el área metropolitana de Sant Just Devern. Su principal objetivo era dignificar la vida del trabajador en las ciudades y hacer las relaciones sociales más humanas, vivas y ricas.
Este edificio tiene una estructura de forma ambigua y utiliza materiales de construcción típicos del estilo arquitectónico funcionalista (’70), dándole un aspecto sólido. El color rojo de su exterior y sus 18 torres contrastan con el recubrimiento de las baldosas de cerámica, en su interior de colores intensos (azules, violetas y amarillos).
Según explica la arquitecta Anna Bofill, hermana de Ricardo Bofill e integrante del ‘Taller de Arquitectura’, el edificio ha conseguido alcanzar parte de la utopía que el grupo anhelaba en su origen; “Walden-7 representa para mí un continente de vida cotidiana sumamente agradable, en dónde los trayectos para ir a tu casa o a casa de un vecino o vecina, se convierten en paseos por un universo de formas y colores, que satisfacen la propia dimensión estética”.
Programas solidarios
Además, actualmente este edificio sigue implicado en difundir este espíritu. Destina un 0,7% de su presupuesto anual a diferentes programas solidarios y de ayuda al desarrollo. Porque, como concluye Anna Bofill: “el Walden-7, que empezó como un ejercicio experimental, al cabo de más de 25 años ha empezado a manifestarse como un entorno urbano en dónde realmente se pueden realizar esos deseos y satisfacer esas necesidades que, en otros conjuntos residenciales de la misma categoría social, no sólo no se pueden realizar, sino que, al contrario, se frustran”.
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